¿Cómo se sintió cuando supo que padecía insuficiencia renal?
No
lo recibí mal. No es plato del gusto de nadie. Lo tomé como una enfermedad como
otra cualquiera, no lo he llevado mal. Y en diálisis también he estado bien.
Recuerdo la primera diálisis como la peor, porque entré con pericarditis y tuve
que dejar a mi hijo con mi hermana. Desconocía totalmente en qué consistía,
pero luego me llevaba música, lo sobrellevaba bien y hacía amigos.
¿Cómo
se sobrelleva la diálisis?
Me
llevaba una baraja a diálisis. Había allí una monja y también jugaba con
nosotros. Hasta inflábamos globos. Hay que olvidarse de que uno tiene la
enfermedad y seguir adelante con los compañeros. Estábamos muy unidos.
¿Es
posible hacer una vida normal?
Sí,
una vida muy normal, excepto por los momentos en que hay que tomar la
medicación y cuidar la dieta. Yo siempre he cuidado mucho la dieta.
¿Cómo
fue cuando la llamaron para el trasplante?
Acababa
de llegar a mi casa de la diálisis cuando me llamaron. Estaba nerviosa porque
tenía un hijo pequeño y no quería empeorar teniéndole a él.
¿Qué
vida ha hecho con el trasplante?
Además
de criar a mi hijo, he tenido un quiosco, donde vendía chucherías y prensa. Eso
me ha hecho olvidarme de la enfermedad. Era una distracción para mí.
¿Qué
dificultades ha encontrado a lo largo de su vida con el trasplante?
Yo
lo he llevado muy bien. La única complicación que he tenido ha sido un tumor en
la nariz del que me tuve que operar. Ahí sí pensé mucho, en que a lo mejor se
acababa mi vida, y tenía miedo porque no quería dejar a mi hijo sin madre,
aunque él ya era mayor.
¿Qué
se siente al llevar tantos años con un trasplante?
Mucho
alivio. Para mí fue como volver a nacer. Dejé a un lado la diálisis para poder
moverme con facilidad de un sitio para otro, no estar pendiente de si tenía que
ir o no a diálisis. Todas las noches rezo por esa persona que falleció y que
tuvo ese gesto de generosidad de hacerse donante antes de fallecer. Le doy
gracias porque por ella he sacado a mi hijo adelante. La diálisis es duradera,
pero es duro aguantar el tratamiento durante tanto tiempo, aunque no me habría
importado seguir los años que hubiera hecho falta. Ojalá hubiera vivido aquella
persona, porque era joven, tenía 24 años. Al año le hice una misa. Me gustaría
que esos familiares supieran que esa hija de alguna manera está viva en los que
hemos sido trasplantados gracias a ella, no ha muerto totalmente, solo ha
muerto en parte, otra parte queda en vida. Me gustaría que esos padres lo
supieran, que rezo todas las noches dándole las gracias por lo que hizo por los
demás.
¿Cuál
es el secreto de que le dure tanto el trasplante?
Yo
he hecho una dieta sana, no pasarse de embutido, de sal. Me gustaba la
longaniza y, como sabía que no me iba bien, dije: hala, aparte. Tomo queso,
verduras, legumbres. No me paso de los alimentos. El peso también es muy
importante. Y mantenerse activa. No he fumado, no he bebido. Bebo zumo de limón
sin gas y sin azúcar. He sido muy obediente con los consejos de los nefrólogos,
he estado siempre en buenas manos y jamás he fallado en la medicación. Si he
estado imprecisa, he llamado al médico y he preguntado las dudas.
¿Qué
haría si le fallara este riñón?
Pues
seguiría adelante, como cuando estaba en diálisis.
¿Qué
espera de la vida ahora?
La
edad me va avanzando y, claro, vamos llegando a otros años. Pero yo todos los
días hago una vida normal y disfruto de lo que hay, estoy apuntada a un coro.
Yo digo que cuando llegue la muerte, pues ya está. Eso he pensado siempre. Yo
soy muy creyente.
¿Qué
quiere decirle a otros pacientes?
Que
lo lleven con mucha paciencia, que siempre habrá alguna oportunidad para ellos.
Las cosas vendrán por sí solas.